viernes, 24 de agosto de 2007

La Chispa del Zurquí


(relato testimonial del fracaso del TLC)
Claudio Monge Pereira
Regidor Municipal, San Isidro de Heredia


Preparativos:

Como coordinador general de la actividad que culminaría con un debate acerca de este TLC, entre la Patria de la Mayoría y la patria de la minoría, puedo dar testimonio de todo lo acontecido antes, durante y después de los sucesos. Fue el Concejo Municipal que me solicitó, como Presidente de la Comisión Municipal de Cultura, que organizara ese encuentro entre el NO y el si. Lo primero que hice fue hablar con Marianela Salas para manifestarle los pormenores de la patriótica iniciativa municipal. Le pedí que lo comentara con el periodista don Gerardo Zamora, de la Fundación Cultural Herediana FUNDES. Por mi clara y férrea oposición a la venta de Costa Rica al postor de turno, decidí otorgar la posibilidad a una organización neutral para que detallara los pormenores. Esa es la Fundación FUNDES, un bello ejemplo para la Juventud de nuestro país. Pasaron algunos días y me llamó a mi casa don Gerardo Zamora. Le detallé el acuerdo municipal y la fecha para ese Acto Cívico. Él aceptó colaborar con nuestro Gobierno Local y así cumplió. Me llamó algunos día después y me comunicó que el debate sería entre Kevin Casas y Eugenio Trejos. Lo planteado constituía un suculento plato para nuestra comunidad, rica en tradiciones patrióticas y la defensa de su Patrimonio Ambiental y Cultural. Comunidad que supo salvar el Parque Nacional “Braulio Carrillo” al evitar con razón, valentía y fuerza, la instalación en su límite del relleno sanitario sustitutivo de Río Azul. Comunidad que supo expulsar de sus tierras a Acueductos y Alcantarillados, devolviéndole sus medidores usureros y adhiriéndose como accionista por su propia voluntad – al igual que el Glorioso Partido de Nicoya – a la Empresa de Servicios Públicos de Heredia. Comunidad que supo enterrar la declaratoria oficial como Patrimonio Histórico y Arquitectónico de su bello Templo católico, por parte del MCJD. Comunidad, en síntesis, que por cuyos callos en las manos sí entiende, qué significaría trocar la tosca herramienta por otra cosa; por ejemplo, la lucha tenaz y permanente: arma maravillosa de los pueblos libres y altivos.
No viene al caso relatar aquí las peripecias que pasó don Gerardo Zamora, por su parte, y las que pasé yo por la mía, para que ese debate no se abortara; cosa que estuvo a punto de suceder siempre, y con más probabilidad luego de las declaraciones del Dr. Trejos frente al edificio del TSE unos días antes. No sé que hizo don Gerardo. Yo sí presioné al señor Rector del ITCR a través de sus asesores, diputados y dirigentes del NO. Fui enfático:¡Con San Isidro de Heredia no se juega! Si se comprometió tres semanas antes, viene o viene. Por su parte, la Alcaldía Municipal y la Administración habían sudado la gota gorda procurando el Gimnasio del Colegio, las sillas para la cancha por si las graderías, que albergan sentadas a dos mil personas, se llenaban; el sonido, el sobrio podio de la Iglesia de Santa Elena de San Isidro, y entre otras cosas, el servicio de comida que se contrató en la sala de Sesiones del Concejo Municipal para los invitados; luego de la jornada pedagógica y cívica. Relato esto para desmentir al joven Casas, cuyas declaraciones falsas a la prensa indican que don Eugenio llegó rodeado de “turbas”, turbas mentales que lo hicieron arribar turbado a nuestro bello cantón montañoso.

Antes del debate:

El primero que llegó fue el emisario de Casas, un señor de mediana edad, calvo y de semblante muy asustado, lo cual asumí porque el gimnasio se llenaba rápidamente y afuera había un grupo de muchachos tocando la batucada y cantando piezas populares con letras nuevas, proclamando el NO. Además, tremendo detalle, parecía que no llegaría nadie del si; ni de San Isidro ni de afuera. Ese señor constantemente atendía su celular y sudaba la gota gorda. Por conocer yo los más íntimos detalles de la organización sabía que don Eugenio venía en camino desde Limón y llegaría a eso de las 7:30 de la noche. También lo sabía don Gerardo Zamora, y obviamente lo sabía el joven Casas. Como aquí en San Isidro ya no comulgamos con ruedas de carreta, aunque las amemos, yo comprendía claramente que quien llamaba constantemente al calvito era su Vicepresidente; seguramente para preguntarle si ya el Rector había ingresado y hacerlo luego él como en pasarela. Y así sucedió. Antes, debo decir que uno de los asesores del Rector también estaba en el gimnasio y también parecía muy preocupado, sólo que no abusaba de su celular. Lo hizo cuando yo le pedí que le consultara al invitado si ocuparía el apoyo audiovisual, lo cual hizo, y una vez confirmado, tuvimos que correr literalmente para procurar una sábana blanca y limpia que colgaríamos de uno de los marcos para futbol sala.
Llegó primero el Líder del NO y yo lo recibí oficialmente de parte del Concejo Municipal. Mientras lo acompañaba a través de todo el gimnasio, la multitud lo ovacionaba y lo aplaudía. Lo presenté a la señora Alcaldesa, al Presidente Municipal y a otros miembros de nuestro Concejo. A partir de ahí lo dejé en compañía del periodista Zamora. Como por arte de magia (¿celular?... del ICE) hizo su aparición el señor Casas, sublíder del si. Entró asustado, y más se puso al escuchar la afinada rechifla popular que lo acompañó hasta la mesa principal. A él no tuve que presentarlo porque está acostumbrado a repartir cajas de atún, bonos devaluados, medias becas y otras dádivas en este cantón. Por ello mis compañeros aristas del Concejo lo conocen muy bien. Entre regidores, síndicos y alcalde y vicealcaldes, el nuestro lo integramos 25 personas. De ellas, 19 son aristas. Dejé al Vicepresidente con don Gerardo Zamora. Cuando regresaba hacia la puerta, unas amigas aristas del Concejo me dijeron que deseaban una fotografía con “don Kevin…que está buenísimo”. Fui y solicité a mi hijo que me facilitara un momento su cámara digital. Volví al frente y llamé a mis compañeras, que se rehusaron demostrando un temor o pena inusitados para acercarse a su reconocido galán. Me acerqué a Casas, lo miré hacia abajo y él lo hizo hacia arriba (aclaración: mido casi metro noventa), le comuniqué que mis compañeras del Concejo deseaban una fotografía a su lado. Él estaba tembloroso, sus comisuras aleteaban como mariposillas nocturnas, sudaba copiosamente. Me contestó con su voz a punto de quebrarse que no…que a lo mejor al final y ejeeé…me dio su espalda. Yo lo miré nuevamente hacia abajo y muy apenado le dije a mis amigas que su Vicepresidente no deseaba fotos en ese estado. A mi me dolió mucho por ellas, porque cuando él reparte en nombre ajeno lo que el pueblo financia, ellas lo siguen diligentes y a punto de transformarse en alfombras. Si, cuando ha venido acompañado de un apresuradamente jubilado ex viceministro repartidor de medias becas a estudiantes, llamado algo así como Robalino Rodrimiles, sí ha posado orondo y lirondo.

La Comitiva casiana (¡casera nunca!):

La constituían unas diez personas, todas militares vestidas de civil. Como juegan de rambo es fácil identificarlos. Se apostaron detrás, allá al fondo, cerca de los servicios sanitarios. Jamás se sentaron al principio. Después lo hicieron algunos en puntos estratégicos para comunicarse por eso que llaman “guoki – toki”. Parecían lobatos de una tropa scout. Uno no se quitó nunca sus lentes oscuros, demostrando su maravilloso adiestramiento en alguna Escuela de las Américas.
Bueno, y el Rector llegó solo, lo que me impresionó mucho. Era la tercera vez que lo miraba en mi vida: la primera fue en el Auditorio de la Conferencia Episcopal, la segunda frente al TSE y la tercera en nuestro gimnasio financiado a punta de latas de aluminio, cartón y periódico para reciclar. Esto me da algo de pena decirlo, porque trabajé para una Universidad Estatal 35 años y jamás lo había visto antes de esas tres veces. Lo he abrazado en todas las ocasiones, y temo por él, porque mi corazón siente que es un ser humano sumamente bueno y pacífico. Desde que lo conocí no lo he negado. Mis tres abrazos son el reverso de tres cantos de gallo. Mi “conversación” más larga con él ha sido la presentación que le hice ante los miembros de nuestro Concejo Municipal. Desde entonces, no lo he vuelto a ver ni he hablado con él. No creo que él me recuerde.

El debate:

Ganó la rifa Casas y su rostro era un bono…esbozó algo más o menos parecido a una sonrisa. Don Eugenio se puso de pie y se dirigió a la concurrencia con el garbo y la humildad propias de un educador avezado. Expuso sus argumentos y señaló las situaciones que vive y ha vivido nuestro país, a raíz de actos inescrupulosos de corrupción: todos entendemos que se trata de alcatel, millicon, fodesaf, préstamo finlandés, préstamo español, fischel, “correcciones de estilo” por un millón de dólares, y otras cositas. Drácula y el Vampiro cuidando el Banco Nacional de Sangre. Don Casas se enojó tanto que parecía sentirse aludido, por lo menos algún pariente suyo de dudosa trayectoria y supuesto chupasangre estaba en su mente aturdida. El Rector siguió su alocución con datos, cifras y argumentos. Por algún momento creí que era muy elevado para la multitud, y muy tedioso, pero me equivoqué. El pueblo isidreño vibraba porque la exposición, no obstante sus tecnicismos, llegaba muy clara a sus corazones y su mente. Si, porque cuando un pueblo decide ser independiente, su corazón se torna inteligente y su mente apasionada. Don Eugenio cerró con un llamado al patriotismo y a utilizar la mejor de las armas: nuestros lapiceros.
Luego intervino Casas. Ensayó su mejor pose y de plano descalificó irrespetuosamente al Dr. Trejos. Jamás le dijo “Don Eugenio o Señor Rector”, como nos enseñan los educadores en nuestra Escuela José Martí (¡El de Nuestra América!); o nuestros campesinos padre y madre y abuelos. “Rector” a secas y señalándolo con su índice a la cara, como no se debe hacer según nuestra educación pública y gratuita; costeada por todas y todos. Sonaba muy feo así...“ rector”, a secas y sin mantecas. Feo muy feo. Eso lo descalificó como contendiente, y mi pueblo se lo reclamó chiflándolo. Así transcurrió su intervención política el joven Casas, que de paso atacó a mansalva al Diputado ausente, don Oscar López; además de denigrar a los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, por hacer uso de su democracia eligiendo y reeligiendo a tales monstruos. Detalle importante es resaltar que la desatada adrenalina de Casas lo traicionaba, y cuando terminaba su turno al “contestar” las preguntas del respetable (¡Si: campesinos muy respetables!), tiraba el micrófono violentamente contra la mesa. Muy diferente el Señor Rector, que las múltiples veces que la malacrianza de Casas lo interrumpió, detenía su alocución y como caballero cabal extendía el aparatito hasta la distancia adecuada de la lengua de su interruptor, para que el pueblo lo pudiera escuchar. La arrogancia típica de los señoritingos saltaba a la vista y paciencia de la multitud. Pero como aquí en Heredia los llamamos los “LORES”, los conocemos y conteníamos nuestro malestar por tales desplantes de mala educación. Ya para ese momento había hecho su ingreso Lord Sánchez, acompañado de su asesor don Allan Trigueros, un magnífico caballero herediano, excelente Escritor desperdiciado por andar en esas cosas politiqueras, y por supuesto su séquito de igualados y buscadores de fortuna. Lord Sánchez tiene una particularidad que habla bien de sí mismo: a él se le desborda hasta por las orejas finas que tiene, su abolengo de realeza cafetalera herediana; y eso es bueno porque él no lo oculta. Él es sincero con su porte y yo siempre he alabado su esfuerzo para parecer humilde frente a los humildes. Qué ese esfuerzo se note tan forzado es otro asunto. Él es Sánchez de los Arias y basta. No traiciona su cuna y ella le brilla en los ojos, por eso su mirada es desafiante y sarcástica cuando ve hacia el “populacho”. Es retadora, porque él aún no sabe cómo comportarse cuando anda por el mercado, de tanto que los paseos de las flores le palpitan en su bolsillo. Lástima que llegara tarde al debate, porque segurito lo habrían recibido de la misma manera que al señor Kasas: para ese momento ya no quedaba dudas de que Kevin era Kasas…casi Houses por su acentuado patriotismo transnacional. Bueno, y lo demás lo sabe todo San Isidro y con nosotros el periodista de Canal Siete don Gerardo Zamora. Mr. Kasas le pidió cinco minutos adicionales para agradecer a la comunidad isidreña su interés y su entusiasmo, y a la vez arengarla para salir a votar por su si. Pero hizo lo contrario. Jugando de lo que no es, porque la experiencia es un peine que nos dan cuando ya nos hemos quedado calvos, quiso asustar al Doctor Eugenio Trejos; el Señor Rector del Instituto Tecnológico de Costa Rica, para nuestra honra y la de la Patria; coordinador de esta avalancha costarricense por el NO. Lo señalaba con su delicado dedo señoritingo, lo amenazaba y según él, lo desmoronaba por haber afirmado que sobre su cadáver pasaban este TLC. Pifió una vez más Kasas…garrafalmente (esta palabra me suena a garrafa y entonces me acuerdo de don René Castro y sus habilidades de ciudadano conductor…perdón por la distracción, pero ¡qué difícil es con estos patriotas de pacotilla!), porque el señor Rector lo puso en su lugar, lo señaló con su índice para demostrarle que ser caballero no significa ser pendejo. Y lo colocó en su lugar, con la vehemencia propia y la convicción de un Mahatma Gandhi que sabe a cabalidad que la SAL es nuestra. Entonces las casas que traía el repartidor de bonos y medias becas se desmoronaron y su cordón umbilical se le zafó de la base: se puso de pie, jamás en pie, y retó a don Eugenio a zanjar la aplastada que le dieron con el recurso de los pachucos. Lo gritó y lo retó, como habría dicho mi abuelita campesina, lo altanereó; pero qué va, sonó por todo el gimnasio el Himno al 15 de Septiembre, el de Campabadal el Patriota, que no de los traidorcillos o traidorcillas. Tiró todo y se largó de nuestro pueblo. Llegó con su danza de lobos y se fue dejando atrás un ladridillo de chiguaguas. Ese fue Kevin. Yo estuve ahí y lo sostengo. Este abrazo.

Final:

Después de lo que relato testimonialmente,
¿Qué pasó en el salón del Concejo Municipal con la comida? Mañana les cuento. ¡Otro abrazo!

San Isidro de Heredia, 2 de agosto de 2007-08-02

Sin Danza y Sin Lobos


Es extraño
Acabo de llegar a casa:
Todos duermen…sólo los gallos y los pájaros
escandalizan la mañana…
Tengo hambre.
No tengo sed: esta
me fue saciada hoy,
cuando Kevin Casillas
se salió de sus CASAS
al aceptar que sólo sus guardaespaldas
lo aplaudieron…

Don Eugenio, virilmente,
demostró que es BIEN NACIDO.

El pueblo vibró.
El rico tembló…se enojó, pataleó.

Kevin sin lobos, en una danza que no supo danzar,
abandonó nuestro gimnasio seguido de sus zaguatillos.

Es duro lo que digo, pero eso vi:

Un dólar devaluado con la cara de Kevin llorando:
Un traidor buscando la soga de Judas
para ajusticiarse.

Hoy miré al desgobernante espúreo
pidiendo que alguien le arrojara
un condón de cuerpo entero
para ocultar su histórica
impotencia.

Yo estoy en casa, esta que construimos mi compañera y yo
con préstamos honrados de la Banca Estatal, mi casa…la casa de mis hijos y de mis nietos, la casa donde esto escribo con un Che en el pecho que me patea el Corazón Gritando que no es tan sólo una camiseta…con un Ché en el pecho que me calienta la sangre y sonriendo me reclama:

¿Hasta la Victoria Siempre?

Canta el gallo del vecino…una dos, tres veces:

Pedro cuida las PUERTAS DEL REINO
COMO NOSOTROS…

Como el CORAZÓN que aprendió a gritar PATRIA y no YES.

Pasa el primer autobús hacia Heredia,
Seguro Kevin sin lobos y ya sin danza de perrillos, duerme.
Lo cuida un policía con hambre y con frío,
Un hermano nuestro desesperado.
Yo, en cambio, estoy encendido:

Aquella ANTORCHA
Me tiene el corazón al rojo vivo
Y ardo como las iras de un dios.

Y de pronto,
Ante mis ojos
se despliega la imagen y la voz de la Niña Evangelina
en aquella Escuelita Pública…

¡Sepamos ser libres…NO SIERVOS MENGUADOS!

Claudio Monge
San Isidro de Heredia
28 de julio, 4 de la mañanita

¡A Usted... Mincho!


(San Isidro de Heredia, 12 de julio de 2007)


Lo he visto varias veces en vivo que llaman ahora, cuando uno tiene la oportunidad de encontrarse adrede o fortuitamente con una persona pública y famosa. La primera vez fue en la gradería de sombra del Estadio Saprissa. Se jugaba un partido entre el Club Sport Herediano y el Deportivo Carmelita. Y mi pequeño hijo y yo fuimos a dar a esas graderías gracias a un solemne e inesperado aguacero. Lo digo porque yo siempre he militado en la gradería de sol, desde que nací allá en las tierras coloradas de mi natal Grecia y hasta que muera, tostado y sencillo al lado de mi pueblo. Como no llegó mucho espectador a mirar ese partido y llovía tanto, abrieron el portón que separa a la crema de la nata y corran todos a guarecerse. Yo no sé si ya Usted estaba allí sentado o si entró como nosotros, lo importante para este relato es que se sentó a nuestro lado. Siempre admiré esa manera valiente y gallarda con la que Usted viste la ropa de su pueblo, y aquel día no fue la excepción. Departimos durante el resto del partido. ¡Qué humilde me pareció aquel hombre que yo admiraba tanto por su coraje como jugador! Y no sólo como un simple jugador, sino como ese jugador que en Costa Rica no existe o no lo vemos: el Patriota que deja su corazón y su sudor en la cancha por amor a su tierra y no por los dólares superficiales. Esa fue la primera vez que lo miré a Usted, don Benjamín Mayorga. Durante mi trayecto de regreso a San Isidro de Heredia, le relataba a mi hijo sus heroicidades como defensor de los colores patrios allá en Italia.

La segunda vez que lo miré a Usted en vivo fue en las calles de San José, en un Desfile de los Trabajadores el Primero de Mayo. Yo, que asisto a esos desfiles desde que tengo uso de razón y Usted no había nacido, sentí una enorme alegría al verlo caminando al lado de los pobres y humildes de esta tierra. En otras ocasiones, para esa misma fecha, yo había visto por esas calles a una sarta de oportunistas que buscaban sólo fortalecer sus intereses con populismo y demagogia: Calderón Fournier, Miguel Ángel Rodríguez con llamativa camisa roja, futuros ministros de trabajo y diputados. Todos ellos, lueguito no más, se olvidaron del pueblo y no volvieron a los desfiles.

La tercera y la cuarta vez que lo miré a Usted fue también por las calles de San José , marchando con su gente contra esta vergüenza que los ricos y los ignorantes llaman TLC, pero que es una mampara para destruir a Costa Rica. Usted a mí no me recuerda porque yo soy un simple ciudadano que va por este mundo de la mano de los pobres y de los humildes, sin aspavientos ni burdas pretensiones. Pero yo a Usted siempre lo recuerdo y lo respeto mucho. Me lleno de orgullo nacional siempre que lo veo, y furtivamente me acerco para poder darle un apretón de manos y hasta un abrazo.

Fíjese que yo escribo esta simple reflexión por puro respeto y cariño que le tengo a Usted y a su pueblo; que también es el mío. Pero también lo hago por la malacrianza de don Hernán Medford (ahorita nos sé si es más bien Mr. Med Ford o Von Medford o Sir o Lord, qué sé yo); por ese irrespeto que la ignorancia hace vomitar a los palurdos. Yo a don Hernán sólo una vez lo miré en vivo. Fue en el hotel La Condesa en San Rafael de Heredia. Yo estaba ahí por asuntos ambientales en un foro de esos que convocan los “ambientalistos” que llamo yo. Alguien dijo que el Lord de Ébano andaba por ahí y entonces yo hice una apuesta con un amigo mío muy envenenado, herediano. Me le acercaría y le pediría su autógrafo inocente y reverentemente. Fui y me le atravesé por su real camino. Sir Hernán me miró de pies a cabeza como si yo fuese un microbio, y eso que yo sin los tacones de acomplejado que él usa soy más alto aún. Con su mirada cargada de desprecio, él me hizo recordar un viejo episodio de mi vida estudiantil allá en las Europas. Había un pequeñísimo ciudadano de la República Africana de Burundi. Su color era casi morado y se parecía mucho a un ave llamada kiwi, apodo que mis amigos alajuelenses de inmediato le calzaron. Pues resulta que este amigo africano, siempre que me topaba en algún lugar de la Universidad o de la Residencia, se postraba sobre el piso y me hacía unas reverencias tan repugnantes que un día tuve que apañarlo y preguntarle por qué lo hacía. Me dijo que allá en su país, ante los hombres blancos y altos como yo, había que inclinarse y reverenciarlos. Me costó mucho convencerlo de la inutilidad de ese ritual pero lo logré. Luego fuimos entrañables hermanos y en broma yo lo cargaba sobre mis espaldas y lo paseaba por los corredores burlándonos de los esclavistas. Mi amigo pasó de ser la gallina que picotea el suelo al Águila liberada que surca los cielos. Pues en el hotel La Condesa, ante Von Med Ford y su resentida mirada camuflada de vanidad, yo me sentí como mi viejo amigo “Kiwi! Yo estaba de rodillas sobre el piso y el Buana Jim era un entrenador de pelota. Le gané la apuesta a mi amigo: le cambié la hojita autografiada por un litro de escocés, y mi amigo también logró su cometido: Le clavó los alfileres a la firma del Rey contra el piso de su casa y tome chichí…Herediano 3 y Saprissa 1. A lo mejor en estos días de TLC negocie con mi amigo el amuleto medformiano. Gracias a la providencia, jamás he vuelto a ver en vivo al Sir, sólo sé por la TV que a él le fascina y lo ciega, que gusta de tirarle su carro encima a los niños indefensos. También sé que ahora es “el profesor Medford”, y viera Usted don Benjamín Mayorga, yo trabajé formando profesores y profesoras en la UCR durante casi cuarenta años y jamás lo vi en sus aulas. Le he preguntado a colegas míos de las otras universidades serias y tampoco lo vieron ni en los cursos que se llaman “libres”, o sea, que no tienen requisitos. Aunque pueda ser que a Don Hernán lo hicieron “profesor” en la Facultad de Ciencias Ocultas de la Universidad Arqueológica Subacuática Saint Rin Tin Tin. Pero eso no viene al caso, aunque el “profesor” jamás se quite el birrete que dan en esa universidad: ¡la típica gorra yanqui!

Finalmente, don Benjamín Mayorga, comparto con Usted este deseo. Yo soy profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica. A ella llegué con dos títulos de grado y uno de posgrado. Luego ella me otorgó otro, de posgrado también. A mi padre zapatero y a mi madre cocinera de hospital no les costó un cinco mi formación profesional. La pagó mi generoso pueblo con su Estado Social de Derecho. Ese fue el mejor TRATADO que firmaron mis antepasados para asegurar el futuro mío, el de mis hijos y el de mis nietos. Pero le decía que quiero compartir un deseo: el deseo de heredarle a Usted eso que llaman “ser Catedrático”, categoría muy honrosa que no sólo se gana con títulos sino con mucho HONOR, y por lo que le he contado en esta carta, Usted para honra de Costa Rica hace derroche de él. Yo como persona mayor puedo heredar lo que desee. Entonces lo hago, porque sé que en sus manos y en su corazón, estará en el mejor lugar. No así por el otro camino, el de la anemia de conceptos y profusión de adjetivos vacíos; comparsa anodina de esbirros, testaferros y alfombreros; buscadores baratos de filias y fobias cuya diligencia es propia de las sectas o de las mafias, cuyo círculo “cultural” hegemónico se babea recusando la complacencia y el vasallaje ante sus amos del Norte.
¡Este abrazo para Usted, Don Benjamín Mayorga!