El Mundo se debatía entre la oscuridad dogmática y sectaria y la pujanza de millares de personas valerosas que propugnaban la Luz del Conocimiento. Pero no había debate: era más o menos una lucha de burro amarrado contra tigre suelto, porque la Oscuridad ostentaba el poder absoluto, y además, sus ostentadores se creían o hacían creer a los demás que este emanaba de un mandato Divino. Por eso, aquellos y aquellas valerosas personas que luchaban con denuedo porque creían que otro mundo era posible, sufrieron la calumnia, el chantaje, le extorsión, la amenaza del miedo, la siembra de cizaña, la persecución y hasta la muerte.
Aquel mundo de oscuridad se asentaba en relaciones desiguales y desproporcionadas: los intimidadores y redactores de mandatos vivían en la opulencia y la bacanal, y los valerosos eran la voz y el puño de las inmensas mayorías explotadas y humilladas. En esa época de la temprana Edad media, la sociedad estaba totalmente fragmentada debido a la arrogancia, la prepotencia y el abuso de poder por parte de esa clase social que se hartaba con manteca frente a un pueblo indefenso y hambriento. Aquí vale la pena recordar la famosa frase antigua, que pareciera no envejece: “EL PODER CORROMPE, Y EL PODER ABSOLUTO, CORROMPE ABSOLUTAMENTE”.
Eran propietarios de todo: la economía, la explotación, los medios de comunicación, la iglesia y hasta de Dios. Los otros, las mayorías, eran sólo dueños de la miseria y de la injusticia.
Muchas personas valerosas, mujeres y hombres, experimentaron la muerte bajo tortura oculta o pública, para escarmiento de las multitudes. Pagaron con sus vidas y las de sus familias, el deseo de construir un mundo mejor: de justicia, fraternidad y amor. Su sueño de ver la Luz iluminando al Mundo, tuvo que pasar por un martirio indescriptible e inhumano. El poder del oscurantismo se asentaba sobre montañas de huesos y de sangre. Aquellas y aquellos CORAZONES VALIENTES ofrendaron su trabajo, sus esfuerzos, sus escasos recursos y hasta sus vidas para demostrar que un mundo justo y noble se puede construir.
Entonces, en ese contexto nace la UNIVERSIDAD, precisamente como aquel espacio nuevo que permitirá a la Sociedad dar un giro hacia la LUZ del conocimiento y de la VERDAD. Se plantea entonces un nuevo paradigma para el mundo con este NACIMIENTO: la UNIVERSALIDAD. Es decir, el espacio donde el DEBATE es regla y norma, donde los saberes se despojan de los grilletes de la ignorancia y la ignominia. Desde ahí se construirán nuevas formas de concebir el mundo y se ofrecerán alternativas para demostrar que el DESARROLLO de la sociedad se puede lograr sin odiosas exclusiones; estableciendo modelos alternativos dentro de los cuales todas y todos caben sin expulsiones; inclusive los piromaniacos que disfrutaban del olor a carne humana quemada. Aquellos, probablemente sean los antepasados de los que siglos después siguen creyendo que desatando el miedo, promoviendo el chantaje y sembrando la cizaña, se pueden eternizar en el poder materialista y anticristiano del Mercado Salvaje.
Así, entonces, la UNIVERSIDAD deviene en espacio para pensar libremente, para descubrir las respuestas a las interrogantes que apremian al ser humano, para convertirse en CONCIENCIA LÚCIDA de la sociedad, para acompañar con su lámpara al pueblo en su desarrollo.
Hoy no podría ni debería ser diferente, porque se estarían pisoteando las nobles ideas y el sacrificio de sus fundadores, toda vez que aquellos que desconocen su origen construyen castillos sobre bases de arena. Esto ha quedado demostrado a través de la Historia de América Latina, donde las Universidades han sido las víctimas de la fuerza bruta, siempre que se han impuesto los regímenes de facto o inconstitucionales.
Las universidades no pueden ni deben transformarse en fábricas de conocimientos secos y estáticos, porque eso las des – liga de su esencia:
re – ligarse a la LUZ del conocimiento que conduce a la libertad del ser humano. Aquellos lugares donde se imprimen títulos para venderse no son Universidades, son mercados que autorizan a cualquiera para que siga como GUÍA CIEGO por el mundo. Por eso, los ejes fundamentales de una Casa Superior de Estudios, deberán siempre girar alrededor de la espiral ascendente que conduce al desarrollo con justicia social y libertad.
En diversos documentos he investigado acerca del origen y los propósitos de la Universidad Católica de Costa Rica, y partiendo de la premisa que aquí todos conocen este asunto, me atrevo a expresar algunas opiniones conducentes a dar una visión externa y franca; una opinión de amigo.
Reza uno de los documentos que consulté que la Universidad Católica de Costa Rica no puede ni debe ser “una Universidad “otra”, y como para el buen entendedor pocas palabras bastan, yo comprendo que esta máxima es clave para comprender que los fundadores de esta Casa Superior de Estudios, no querían otra más, sino una NUEVA y DIFERENTE, re – ligada a la VERDAD que nos hace libres, al CONOCIMIENTO que nos arma para desentrañar la mentira y a la JUSTICIA que es la meta de todo cristiano católico. Los fundadores no querían una fábrica de monedas, sino una CASA DE LUZ para liberar.
Entonces, su Proyecto Pedagógico debe ser diferente: renovador, denunciante y anunciante, es decir, que denuncia, anuncia y renuncia. Es un proyecto de FE y de ESPERANZA que se fundamenta en la Doctrina del Cristianismo. No se quedará en la simple transmisión mecánica del conocimiento seleccionado adrede, sino que promoverá la adquisición de un saber justo y noble. Ese saber es Aquel que forma a seres humanos completos, que serán capaces de denunciar ese mundo disparejo y feo que otros han construido para salvaguardar sus privilegios y desafueros y que a su vez golpea toda dignidad humana, pero que no se estaciona ahí. Ese nuevo Profesional ANUNCIA, es decir, propone asertivamente alternativas para destronar la injusticia y se inserta en la construcción del REINO que se asienta en el AMOR. Significa esto, que quien escoge formarse en esta Universidad sabe, o debería saber, que esa decisión en gran medida lo obliga a renunciar a su participación en la construcción de un mundo desigual e injusto; un mundo desproporcionado y desagradable para un cristiano católico que conoce y practica el MANDAMIENTO MAYOR.
Interpreto que esto es lo que convoca para plantear las afirmaciones que leo a continuación:
“Excelencia es así la única clave en la que debemos expresarnos y la única vía posible para ser fieles a la historia y para ser auténticamente contemporáneos a nosotros mismos.”
“La Universidad Católica, comprendida de modo general, es una comunidad académica que garantiza de forma institucional la presencia cristiana en el mundo universitario y que deja ver algunas características como las siguientes: está animada por una inspiración cristiana que la marca y la caracteriza, es siempre capaz de la reflexión madura y rigurosa a la luz de la fe católica sobre el creciente tesoro del saber humano, es siempre fiel al modo en que la Iglesia transmite la revelación y está al servicio de la humanidad para recordarle de modo constante su fin último.”
“Es un lugar desde el que la realidad se busca comprender; un centro que busca la verdad y que se anima cotidianamente de cara a la integración de los saberes para que así y desde ellos, promover el diálogo fe – razón y sostener la importancia de hacer valer la prioridad que merece lo ético, la causa del ser humano y su condición de ser abierto a lo infinito.” (subrayado y negrita propios)
Y partiendo de esta caracterización, la UCA de CR:
“Está llamada a ser luz permitiendo que la confluencia de esa verdad con la justicia sea gestora de libertad, pero de una libertad auténtica en la que cada persona – acercándonos a los principios que en su momento expusiera Rawls - tenga su lugar y un acceso real a ser lo que se debe desde el ejercicio de una ciudadanía rica en posibilidades apreciables.” (subrayado propio)
Les pregunto: ¿Es esta la Universidad que ustedes están viviendo hoy?, ¿Es esta la Universidad que Ustedes escogieron para formarse?, ¿Es esta la Casa Superior de Estudios que Ustedes ayudan a construir desde su Compromiso Cristiano?, ¿Es esta la Universidad que por su esencia los compromete para asumir sus obligaciones como Profesionales Guerreros de la Justicia?, ¿Ayudarán a construir el Reino una vez formados y titulados?
El pasado domingo, cuando disfrutaba la Santa Eucaristía, pensaba en este momento, al escuchar la Profecía de Amós (8, 4-7): “Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojaís a los miserables, diciendo: “¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?” Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.” (Palabra de DIOS)
¿Acaso puede, una o un profesional cristiano, desoír la Palabra de Dios y sentirse bien en el ejercicio de su conocimiento? Esta pregunta me obliga a formular otra: ¿Puede un ser humano formado y titulado en esta Universidad, ser un misionero de la INDIFERENCIA?
Mi Fe y mi ESPERANZA me responden ¡NO!
Mi Corazón y mi Razón me obligan a concluir que ustedes dicen NO a ese mundo descrito por el Profeta Amós.
Afirma el Presbítero Mauricio Víquez, en su ponencia al Congreso Universitario:
“(El) reino de Dios (en cuanto utopía y siempre como un ir de menos a más) es el horizonte y finalidad de toda actividad cristiana, personal e institucional; y lo es también de la universidad” . Así ella ha de tener claro que está en función de ese reino y no de sí misma. Es instrumento de denuncia y de desenmascaramiento de todo lo que resulte ser antirreino y ello mediante el correcto direccionamiento de todas y cada una de las actividades propias del ambiente universitario”. Y agrega esto que para mí, es la esencia de la ACCIÓN SOCIAL de la Universidad:
“Esta conciencia instrumental de la Universidad Católica la hace realista y servidora, también, una institución que conoce el gozo de sentirse seguidora del ideal cristiano con todas sus aristas. Sólo así tendrá conciencia clara de ser lugar de sentido, esto es, que resulta capaz de marcar nortes en medio de una sociedad que, como la nuestra, lo ha perdido desde hace tiempo.
Debe ser consciente también de todo lo que parece ser contrario al esfuerzo para que “la vida humana sea cada vez más humana”, para que todo lo que compone esta vida responda a la verdadera dignidad del hombre.
Las Universidades en general y la Universidad Católica en particular, en cuanto agentes de humanización, deben sentirse invitadas –si desean ser consecuentes con sus mismos orígenes - por unos principios humanistas que las lancen a ser protagonistas en la construcción del proyecto ético global que ha de surgir y que ha ser capaz de poner al ser humano en el lugar que le corresponde y que nunca debió perder. El quehacer universitario en el seno de una Universidad no puede bajar la guardia ni apagar el espíritu que le es propio de frente a un entorno marcado por sombras diversas que constantemente atentan contra la dignidad y vocación del ser humano.” (subrayado propio)
Su Santidad, Juan Pablo Segundo, nos convocaba a construir la “Globalización de la Solidaridad” frente al egoísmo materialista del mercado sin límites, deshumanizado y aliado no a la promoción de la dignidad humana, sino a la destrucción de la VIDA. Y nuestro Obispo de Roma, hace tan sólo tres días recalcó que el capitalismo no es el único modelo válido de organización económica y que el problema del hambre y el ecológico existente evidencian con claridad que la lógica del beneficio “incrementa la desproporción entre ricos y pobres y la ruinosa explotación del planeta.” Entre otras cosas señaló, durante el Rezo del Ángelus, que el dinero per se “no es deshonesto”, pero que si lo valoramos más que a otras cosas, “puede llevar al hombre al egoísmo ciego” Aquí se trata, aseguró, de usarlo “no sólo en interés propio, sino en interés de los pobres imitando a Cristo.”
El Papa manifestó que acerca del tema de la riqueza y la pobreza se confrontan dos lógicas económicas, la del beneficio y la de la distribución ecuánime de los bienes, que no estarían en contradicción, necesariamente, siempre y cuando sus relaciones “estén bien ordenadas”. (periódico La Prensa Libre, lunes 24 de septiembre de 2007)
Esta advertencia de Benedicto XVI se da precisamente en el marco de una coyuntura mundial en la cual, las poderosas fuerzas del mercado capitalista pretenden imponer a los pueblos de la tierra, esa lógica egoísta y anticristiana que el Santo Papa denuncia.
Entonces, traigo a colación la introducción que hice acerca del origen de las Universidades, que surgen justamente para derrotar esa misma lógica del materialismo, la lujuria y la decadencia social. Esto nos indica que toda la actividad de la Universidad debe girar alrededor del eje de la Justicia: su investigación, su docencia y su proyección social. Como afirma el Presbítero Mauricio Víquez, esta Universidad debe ser… “un centro capaz de formar profesionales “hombres y mujeres para los demás y con los demás (…) `competentes, conscientes, compasivos y comprometidos`”
“Es claro que la Universidad Católica, para ser de verdad “otra”, ha de sentirse impelida por una grave exigencia a soñar con un mundo que sea más comunidad y menos aldea, un mundo más movido por la responsabilidad que por el egoísmo, un mundo más atento al futuro y a los que están aun por venir.”
Visto así el panorama nacional y mundial, y pensando en las exigencias y las obligaciones de una Casa Superior de Estudios de este calibre, la acción social debe siempre orientarse hacia la consecución del BIEN COMÚN por encima de todo egoísmo insostenible. Asumir el compromiso cristiano siempre, en todo lugar y a toda hora. Soy y existo por el Prójimo. Conozco a quién nos ha señalado el Camino y la Verdad. Lucho por la construcción de la VIDA, y esta, sin la meta de contribuir a la edificación del Reino de Dios, no tendría sentido para los profesionales de nuevo cuño.
Concuerdo con el autor de estas frases:
“Se trata de una empresa de servido al Reino que requiere de dos ingredientes esenciales: Dios y audacia.”
“La Universidad no puede estar satisfecha formando profesionales, debe saber que es universidad en contexto, llámese país, llámese humanidad. La institución debe sentirse de lleno constructora de un proyecto país, de una sociedad de justicia social , idea que brota de la convicción de que en Costa Rica aun tenemos muchas tareas pendientes. Esto será capaz de dar orientación y coherencia a todo el trabajo intelectual que se realice en nuestras aulas.”
Esta Universidad es depositaria de centurias de conocimiento y experiencia, lo cual debe aprovecharse al máximo para que su quehacer general y su proyección social hoy, sean acordes con el contexto actual. Si las fuerzas del egoísmo empujan a cualquier precio un mundo de exclusiones, los profesionales de esta Institución deberán sumarse con sus conocimientos al trabajo que defiende la dignidad del ser humano y la Vida por encima de jugosos capitales que deprimen el Espíritu y fomentan la miseria humana. Se debe asumir el…
- Compromiso con la construcción del proyecto – país, inspirados en los principios del humanismo cristiano, esto a partir de la convicción de que solo en Cristo encontramos la verdad plena sobre lo que el ser humano está llamado a ser.
- Compromiso con la forja de hombres y mujeres plenos, es decir, nuestra mirada sobre el ser humano es integral, y en la Universidad nos abocamos a la tarea de formar personas, no profesionales.
Por ello…
“Es bueno recordar que los egresados de estas aulas deben tener una verdadera pasión por la justicia, procurando crear con todo su empeño una sociedad más justa, solidaria y humana. Por eso es indispensable que se estudien los mecanismos que generan la injusticia y que se tenga contacto real con los marginados, con los más pobres y con los que más sufren… con la verdad de nuestro país.”
Hoy, la Patria nos convoca a decidir qué tipo de Sociedad queremos: una inclusiva y solidaria o una excluyente y egoísta; y en esta coyuntura, la acción social de la Universidad debe conducir a la concreción de los principios y fundamentos que aquí hemos esbozado y que se pueden concretar con una de las bellas expresiones del Salmo 112:
“Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo.”